¿Conocéis el Principado de Seborga?
Para entender el microrelato que os muestro a continuación deberéis antes investigar un poco, porque sino no váis a entender nada.
Desde que abrí la floristería quise comer un plato de conejo picante con aceitunas. Así que, cuando se me acabó el paquete de cigarrillos, decidí matar dos pájaros de un tiro: me fui a comprar tabaco al estanco del Principado de Seborga.
Con el bolso repleto de justificantes de compra de las flores más raras que pude encontrar y el tabaco en la mano pensé: “sería buena idea tomar algo para hacer tiempo hasta la hora de la comida”. La señora Morelli limpiaba la barra del bar San Bernardo. Encendí un cigarrillo mientras me servía. Entraron quince cuervos negros vestidos de negro, serios, pulcros, fumando puros. Todo el mundo fuma en Seborga. Me asfixiaba con tanto humo a pesar de ser fumadora. Mi Luigino no servía sino de souvenir, así que pagué el vino con liras y me dirigí a la Taverna Templar, a disfrutar del “Conejo a la Seborgina”.
Cuando regresé a mi floristería, había matado cuatro pájaros de un tiro: tabaco, flores, conejo picante y lo mejor: una foto que saldría al día siguiente en la Gazzeta encendiendo el enorme cigarro del Príncipe Carbone.
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