El VIGÉSIMO PRIMER programa.
ROALD DAHL
¿Conoces a Roald Dahl?
¿Sabías que medía casi dos metros?
¿Sabías que fue aviador?
¿Conoces sus libros infantiles?
¿Y sus libros para adultos?
DADLE AL PLAY:
CUENTO
(Música de fondo La mer de Debussy )
Un eclipse más y una jirafa menos
por Apolonia
Dibujo de XCar
por Apolonia
Dibujo de XCar
Fingió estar dormida, no se le fuese a antojar a su madre darse vuelta por el cuarto. A duras penas había conseguido mantenerse despierta, a base de recordar los colores aprendidos ese día, y de contar del menos doce al doce, saltándose, porque nunca los recordaba, del siete al diez, hasta que su hermano y su padre habían vuelto. Se habían llevado a la Pepa con ellos, colgada con un gancho de la mochila de las excursiones. Qué nervios, ahora que el tato ya era mayor de forma oficial, se suponía que la Pepa sería para ella sola.
Con la puerta entreabierta podía oír lo que decían, muy bajito, allí en la cocina, y podía también oler el chocolate y el café que su madre había preparado para calentar las manos y las tripas, que allá en el campo, en lo alto del monte que se ve en medio de los pinos , el que llaman “La torta el flan”, porque tiene forma de flan, debía de hacer un frío terrible. Cuando escuchó “vamos a dejar a la Pepa con tu hermana, bien tapada, que también tiene que entrar en calor”, cerró tan fuerte los ojos que le dolieron las pestañas.
Su hermano se adentró en el pasillo solo, porque “ahora ya soy mayor”. Se acercó despacio a la habitación, como si anduviera de puntillas, y se quedó unos momentos parado en la puerta, que a ella le parecieron infinitos porque se cansaba de apretar los párpados.
- Sé que estás despierta –le dijo mientras entraba e iba hacia la cama.
- ¿Cómo lo sabes?
Los dos hablaban en susurros para que sus padres no los oyeran.
- Por como respiras.
- ¿Y cómo respiro?
El tato se quedó callado sin soltar a la Pepa. Ella, sentada en la cama, la agarraba por el otro lado, mirándolo a los ojos con los suyos muy abiertos porque la habitación estaba a oscuras.
- ¿Me prometes que la cuidarás?
- ¿De verdad es mía, para mi sola, para siempre? ¿No vas a volver a jugar con ella? Porque aunque sea mía para mi sola para siempre, puedes jugar con nosotras.
- Se supone que jugar con jirafas de peluche no es de chico mayor. El papa me ha hecho dejarla en el coche mientras íbamos a la Torta.
- ¿Y cómo ha sido? ¿Qué ha pasado? ¿Qué has visto?
- He pasado mucho miedo. Estaba todo oscuro, y luego negro. Pero duérmete anda. Y cuídala bien.
Se arrebujó bajo las sábanas enroscándose. Sabía que el tato le contaría lo de aquella noche a trozos sueltos, a ratos largos, sin dejarla encajar bien las cosas, así que miró su reflejo en los ojos de cristal de la Pepa para no dormirse y se puso a escuchar, bien atenta, más que en la escuela cuando hablaba la señorita. Pero aunque la curiosidad que sentía era muy grande, el cansancio ya se dejaba notar. Era muy tarde. De vez en cuando se sobresaltaba dándose cuenta de que se había dormido unos momentos, no sabía por cuanto tiempo. Aún así consiguió enterarse de que su padre, para hacer mayor al tato de forma oficial, lo había llevado a ver un eclipse, y que había sido sobrecogedor. ¿Qué sería sobrecogedor? ¿Y qué sería un eclipse? Sobrecogedor sonaba malo malo, así que seguro que un eclipse era una especie de monstruo, el más terrorífico de todos. El que repitieran tantas veces “miedo y “oscuridad” la hizo afianzarse en su teoría. El tato dijo que todo estaba muy negro allí en la Torta el Flan, que el silencio era terrible. No tanto, no tanto. Su padre se reía mientras contaba que se podían escuchar los ruidos de los coches en la autopista, y que se veían las luces de los faros a lo lejos, a toda velocidad. Luego el tato dijo que no conseguía reconocer apenas nada allí, y que notaba más que nunca las pocas cosas que le resultaban familiares, como el sabor del bocata de tortilla, mezclado con el olor del romero y el tomillo del monte que le llegaba con el aire frío de la noche. “Y aunque ha pasado mucho miedo, se ha portado genial”, añadió su padre, “porque ha resistido la tentación de cogerme de la mano varias veces”.
Cuando se apagó la luz de la cocina intentó dormirse, pero de pronto estaba muy despierta. Besó a la Pepa. La imaginó allí, en el asiento del coche, tan sola, y con frío, asustada porque las voces se alejaban. La besó otra vez. Los besos le sabían a jabón y pinturas de cera. Siguió besándola hasta que los ruidos se apagaron del todo en la casa. Entonces tomó una decisión. Se levantó, y descalza, de puntillas, intentando que no se la oyera lo más mínimo, fue al cuarto de su hermano. Todavía estaba despierto. Desde la cama la miró sorprendido.
- Tato, tenemos miedo. ¿Podemos dormir aquí contigo? ¿Es de chico mayor cuidar a tu hermana pequeña y a la Pepa?
Sin contestar, él abrió la sábana y la ayudó a subir. Se quedaron dormidos enseguida, abrazados, con la Pepa entre los dos.
Con la puerta entreabierta podía oír lo que decían, muy bajito, allí en la cocina, y podía también oler el chocolate y el café que su madre había preparado para calentar las manos y las tripas, que allá en el campo, en lo alto del monte que se ve en medio de los pinos , el que llaman “La torta el flan”, porque tiene forma de flan, debía de hacer un frío terrible. Cuando escuchó “vamos a dejar a la Pepa con tu hermana, bien tapada, que también tiene que entrar en calor”, cerró tan fuerte los ojos que le dolieron las pestañas.
Su hermano se adentró en el pasillo solo, porque “ahora ya soy mayor”. Se acercó despacio a la habitación, como si anduviera de puntillas, y se quedó unos momentos parado en la puerta, que a ella le parecieron infinitos porque se cansaba de apretar los párpados.
- Sé que estás despierta –le dijo mientras entraba e iba hacia la cama.
- ¿Cómo lo sabes?
Los dos hablaban en susurros para que sus padres no los oyeran.
- Por como respiras.
- ¿Y cómo respiro?
El tato se quedó callado sin soltar a la Pepa. Ella, sentada en la cama, la agarraba por el otro lado, mirándolo a los ojos con los suyos muy abiertos porque la habitación estaba a oscuras.
- ¿Me prometes que la cuidarás?
- ¿De verdad es mía, para mi sola, para siempre? ¿No vas a volver a jugar con ella? Porque aunque sea mía para mi sola para siempre, puedes jugar con nosotras.
- Se supone que jugar con jirafas de peluche no es de chico mayor. El papa me ha hecho dejarla en el coche mientras íbamos a la Torta.
- ¿Y cómo ha sido? ¿Qué ha pasado? ¿Qué has visto?
- He pasado mucho miedo. Estaba todo oscuro, y luego negro. Pero duérmete anda. Y cuídala bien.
Se arrebujó bajo las sábanas enroscándose. Sabía que el tato le contaría lo de aquella noche a trozos sueltos, a ratos largos, sin dejarla encajar bien las cosas, así que miró su reflejo en los ojos de cristal de la Pepa para no dormirse y se puso a escuchar, bien atenta, más que en la escuela cuando hablaba la señorita. Pero aunque la curiosidad que sentía era muy grande, el cansancio ya se dejaba notar. Era muy tarde. De vez en cuando se sobresaltaba dándose cuenta de que se había dormido unos momentos, no sabía por cuanto tiempo. Aún así consiguió enterarse de que su padre, para hacer mayor al tato de forma oficial, lo había llevado a ver un eclipse, y que había sido sobrecogedor. ¿Qué sería sobrecogedor? ¿Y qué sería un eclipse? Sobrecogedor sonaba malo malo, así que seguro que un eclipse era una especie de monstruo, el más terrorífico de todos. El que repitieran tantas veces “miedo y “oscuridad” la hizo afianzarse en su teoría. El tato dijo que todo estaba muy negro allí en la Torta el Flan, que el silencio era terrible. No tanto, no tanto. Su padre se reía mientras contaba que se podían escuchar los ruidos de los coches en la autopista, y que se veían las luces de los faros a lo lejos, a toda velocidad. Luego el tato dijo que no conseguía reconocer apenas nada allí, y que notaba más que nunca las pocas cosas que le resultaban familiares, como el sabor del bocata de tortilla, mezclado con el olor del romero y el tomillo del monte que le llegaba con el aire frío de la noche. “Y aunque ha pasado mucho miedo, se ha portado genial”, añadió su padre, “porque ha resistido la tentación de cogerme de la mano varias veces”.
Cuando se apagó la luz de la cocina intentó dormirse, pero de pronto estaba muy despierta. Besó a la Pepa. La imaginó allí, en el asiento del coche, tan sola, y con frío, asustada porque las voces se alejaban. La besó otra vez. Los besos le sabían a jabón y pinturas de cera. Siguió besándola hasta que los ruidos se apagaron del todo en la casa. Entonces tomó una decisión. Se levantó, y descalza, de puntillas, intentando que no se la oyera lo más mínimo, fue al cuarto de su hermano. Todavía estaba despierto. Desde la cama la miró sorprendido.
- Tato, tenemos miedo. ¿Podemos dormir aquí contigo? ¿Es de chico mayor cuidar a tu hermana pequeña y a la Pepa?
Sin contestar, él abrió la sábana y la ayudó a subir. Se quedaron dormidos enseguida, abrazados, con la Pepa entre los dos.
Nos despedimos escuchando "Satin Doll" de Duke Ellington.
Y planteamos un RETO: FINALES ALTERNATIVOS A CUENTOS TRADICIONALES
¡Mándanos tu final!
¡Os espero en la próxima jitanjáfora!
APOLONIA
2 comentarios:
Hola Pum...¿que tal todo? he de admitir que ultimamente no he seguido tu programa, pese a que antes era seguidor...ultimamente me da pereza todo...a ver si algún dia oigo los que me quedan.
Mi final alternativo, para caperucita roja:
-Abuelita, abuelita, que boca más grande tienes
-¡Es para comerte mejor!
-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Y el lobo se la comió, la abuela salió del armario(se habia escondido ella voluntariamente, no es que la hubieran encerrado), y le dijo al lobo:
-Gracias, de verdad, ya estaba harto de la niñata esta, siempre que viene no hace más que dar el coñazo.
-De nada, el gusto ha sido mío jejeje
Hola, quizás os interese saber que tenemos una colección que incluye el relato 'Parson’s Pleasure' de Roald Dahl en versión original conjuntamente con el relato 'The Other Two' de Edith Wharton.
El formato de esta colección es innovador porque permite leer directamente la obra en inglés sin necesidad de usar el diccionario al integrarse un glosario en cada página.
Tenéis más info de este relato y de la colección Read&Listen en http://www.ponsidiomas.com/catalogo/roald--dahl---------edith-wharton-.html
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