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“El artista en su trabajo debe ser como Dios en su creación, invisible y todopoderoso. Debe sentírsele en todos los sitios, pero no debe ser visto.”
Gustav Flaubert
Tengo un vecino que es escritor y me da pena que esté tan flaco. No es que no tenga éxito, es que no sabe ni ahorrar ni cocinar. Por eso cada mañana, antes de irme a trabajar, bajo a comprar pan y leche, preparo un desayuno para dos, lo pongo en una bandeja con el periódico, unas flores también, y llamo a su puerta. Es la mejor parte del día para mí.
Escribe sobre todo poesía. Pero la poesía no le reporta muchos beneficios. Así que malvive con lo que le queda de las ventas de sus tres novelas. Me gustan mucho sus novelas, pero me gusta más que me lea sus versos, que me busque a horas intempestivas para contarme una imagen o un sueño, y que me recite de memoria cogiéndome las manos y mirándome a los ojos.
Hoy se ha abalanzado sobre las tostadas con un ansia poco habitual en él. Las ha devorado a toda prisa mientras me contaba que las musas lo visitaron anoche. Se ha despertado inquieto de madrugada, con la sensación de tener una jaula de grillos en la cabeza, y ha tenido que ponerse a escribir de inmediato, para no olvidar el argumento de lo que será su próxima novela. Las ideas se le atropellaban, los personajes se empujaban unos a otros y no conseguía teclear con la suficiente velocidad.
Ya conozco la historia. Será la cuarta vez que la vivo. Ahora estará una temporada imposible, inaccesible, arisco de prepotente y ni siquiera me mirará. En cuanto termine con el argumento se lo llevará a su agente. A su agente le encantará, como siempre. Le dará un adelanto, como siempre. Se lo gastará en rubias, copas y cenas, como siempre. Se sentirá, y será, omnipotente, tanto dentro de su relato con las palabras, como fuera de él con el dinero del adelanto. No tardará mucho en dejar colgado el trabajo, todo para mañana, porque sólo se vive una vez. Parece que para él vivir consiste en irse de juerga. Se le pondrán la cara y la nariz coloradas, bien acompañadas por la risa estúpida del borracho crápula. Cuando queden un par de días para que termine el plazo para entregar el borrador, acabará con prisas, de malas maneras, y dibujará un final precipitado con los personajes en situaciones absurdas e ilógicas. Su agente le echará la bronca, así que no le quedará más remedio que encerrarse en casa y ponerse a escribir en serio.
Cuando llegue el momento, cuando esté desesperado, me buscará. Se cruzará de forma accidental conmigo en la escalera. Me dirá que cuánto tiempo, y me invitará a un café en su casa. Me dará un abultado montón de folios sucios para que le diga mi opinión. Otra vez habrá adelgazado, porque es incapaz de perder tiempo en prepararse algo de comer, además de que se habrá fundido ya todo el dinero y no podrá tampoco ir de restaurantes. Lo trataré con frialdad, porque estaré enfadada, pero no tengo remedio, y volverá a darme pena que esté tan flaco. A la mañana siguiente llamaré a su puerta con el desayuno, el periódico, unas flores, y el texto corregido. Por supuesto, me prometerá una cena que nunca llegará, porque en cuanto su agente le de el resto del dinero, volverá a las rubias, a las copas, y a esas cenas donde yo sobro.
Nunca le dura mucho esta fase. Es derrochador y demasiado generoso con los conocidos por accidente en las barras de los bares. Se siente Dios durante el tiempo que lo posee la febril inspiración inicial, y hasta que se le acaban las presentaciones, los viajes, las rubias, las copas y las cenas. Luego vuelve siempre a casa a refugiarse en su poesía, y a refugiarse en mis desayunos y mi sosa presencia silenciosa.
APOLONIA
4 comentarios:
Qué vecinos tienes.Un poco roñoso, pero muy interesante. Ideal para una escritora.
Un cuento muy redondo. Me gusta.
Este vecino es un egoista de tomo y lomo. De vecina le pondría alguna que me sé yo y lo iba a tener claro.
Como siempre has hecho un estupendo relato. ¡Y es que hay qué ver lo bien que escribes!
He puesto tres ques en una misma frase, encima corta, y encima estarán mal acentuados. Y es que...
Besitos, guapa
Buen trabajo. El personaje ha quedado claro: borrachín y crápula, pero ¿cuando?, le ha faltado un pelín de morbo. Seguramente tiene mucho mas mérito al no tratarse de una historia real, en la realidad...el "artista" seguramente que "aprovecharía" el puntito de admiración de la vecinita, que para eso debe de estar de muy buen mirar...pero esa es otra historia.
¡Bien, Bién!
Bueno APOLONIA cielo, con los poetas, los bohemios y los artistas en general ya se sabe, si son malditos, agarrados a la botella y a lo que pillan todo el día... hasta que no pillan una cirrosis, no paran... si no son malditos y sólo dejados como el tuyo... en épocas de bonanza se funden lo que pillan y después a mal comer, mal vivir y a abusar de las vecinas deliciosas que les preparan desayunos ¡¡ con floooores, jo!! :-)
Bueno, para que te consueles cielo... PARA TI, bonita:-)
Un beso muuuy grande ¿¿¿tas en casa aún?? :-)
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