El quinto programa.
WILLIAM FAULKNER
¡FELIZ TODO!
Para acertar con todos... jejejejeje
El primer programilla del año de "la enredadera" en radio topo. Con problemas de sonido y cansancio a las espaldas, pero con buen humor y buen rollito como siempre.
Jorge Deprá y Julio Espinosa Guerra, ganadores del XXV Certamen, de narrativa y poesía respectivamente, del premio Isabel de Portugal, nos hicieron sus recomendaciones de lectura.
Jorge Deprá nos recomendó "Nocilla Dream"
Julio Espinosa Guerra nos recomendó:
"La dispersión" de Dolan Mor y
"Lausana" de Antonio Soler
Nuestros colaboradores nos enviaron tres deconstrucciones de textos para el RETO de escribir un poema dadaísta:
PATI
Texto inicial:
El Ebrobús iba lleno cuando "un golpe de viento le sacó del canal de navegación y le condujo hacia una zona de menos calado y en la que había una roca y varios troncos". El capitán trató de evitar colisionar con el puente pero no pudo evitar que la embarcación quedara inmovilizada.
Texto dadá:
Iba inmovilizada
Ebrobús un navegación
Condujo embarcación
Menos viento
de cuando quedara canal
colisionar
varios capitán
una hacia puente
evitar calado, roca, golpe.
Sacó troncos la.
Una zona evitar
con que
pero trató...
El de el
y en El
Pudo. Había de.
Y le del
le la de que
lleno no
y...
SANTIAGO BLASCO alias INDALECIO
Texto inicial:
Llevo muchos días viendo pasar a esa chica. De mañana no pasa, le haré un regalo.
-Hola, esto es para tí.
-Creo que te confundes, esto es una baraja de tanques
-Al panzer no hay quien le gane pero si no te gusta la puedes cambiar por una de aviones.
-Hasta luego.
-¡¡Te dejas a baraja!!
Texto dadá:
Muchos mañaana para regalo
pero no creo
llevo dias
la gusta chica hasta de aviones dejas te pasar
esa luego
esto puedes te
no al tanques hare te esto
si confundes quien panzer baraja
hola pasa ti viendo es un cambiar
hay una no baraja que de
por gane una
la le dele es.
V. MONAHAN
Texto inicial:
"Los disturbios empezaron en la medianoche del sábado, cuando los convictos comenzaron a romper ventanas
y a provocar incendios tras negarse a que se les hicieran pruebas de ingestión de alcohol.
Varios edificios quemados son el balance de una revuelta protagonizada en las últimas horas por en torno a 40 presos de la prisión inglesa Ford, que finalmente fue controlada por guardas penitenciarios especializados".
Texto dadá:
Prisión inglesa Ford a últimas horas: Finalmente, cuando la medianoche protagonizada por disturbios de guardas especializados
en romper ventanas y provocar incendios fue controlada en los edificios quemados, 40 convictos "de sábado", comenzaron la ingestión de alcohol.
Tras negarse a se les hicieran las pruebas del por qué, varios presos empezaron el balance de una revuelta en torno a los que son a-penitenciarios.
Después estuvimos hablando un poquillo de William Faulkner, uno de mis escritores favoritos. Escribí un cuentecillo que, al releerlo después, me trajo a la cabeza la novela "Mientras agonizo", y pensé que sería buena idea hablar de este Premio Nobel de vida tan radiofónica. Esta vez cambié el "vale" por "maravilloso". ¡Malditos latiguillos! :(
Se planteó un reto... pero en el programa del día 16 lo recordaré... daremos más tiempecillo. ;)
Os dejo con el cuento:
RUMIANDO BOTONES
El árbol de la vida
Gustav Klimt
Gustav Klimt
Eres una hija de perra. No te esperaba tan pronto. Me pillas sin terminar de repasar los recuerdos con los dedos, sin haber acabado todavía de rumiar los botones que atesoro en la caja de galletas. ¿Te sorprende que mis gafas cuelguen del cordón? No las necesito para esto. Los reconozco con los ojos cerrados. Los he acumulado durante toda mi vida. Con la excusa de que los colecciono, todos me traen alguno cuando se marchan de viaje, o buscan rarezas para regalarme en las ocasiones especiales. Los he acumulado durante toda mi vida, al igual que las fotografías, las prendas olvidadas, los libros sobrantes en las mudanzas, los pequeños objetos, viejos y no tan viejos, que quedaron apresados por la indolencia, la dejadez o el pasado de moda, al igual que he acumulado durante toda mi vida los olores detenidos en los rincones de la memoria, catalizadores de viajes en el tiempo.
Ahora que has llegado no tengo ninguna prisa. Cuando me digas nos vamos, aunque no dejaré de pensar que eres una hija de perra. De todas formas lo pensaría igual si hubieses venido dentro de tres horas, o mañana, o pasado mañana. ¿Que no son más que botones?¿Que las fotos no son más que papel impreso? ¡Serás hurgamandera! Querida, lo que ves aquí es un pequeño tesoro. Recuerdos propios y ajenos que se revalorizan conforme pasan los días, conforme se construyen las vidas. Cada noche, a la hora de la cena me piden que cuente una historia, y todas salen de esta caja de galletas, del álbum o de algún arcón del trastero, sin necesidad de abrir la primera, pasar de mano en mano el segundo o subir al tercero, pues yo soy la depositaria de cada crónica y testimonio, en varias versiones además.
No pongas esa cara que no soy ninguna lloraduelos. Ya estoy vieja para andar con súplicas por nada ni a nadie, y menos a ti, que caducaste hace días en mis temores. Pero tampoco me metas prisa. ¿Qué miras? ¿El que reluce? Tengo muchos que relucen. Pónmelo en la mano a ver. Ah, éste más que relucir deslumbra. Pertenecía a mi padre. Lo arranqué de la casaca que le colocaron como mortaja. Mi tía abuela Renata casi le acompaña del disgusto que se dio cuando alguien le dijo que faltaba este botón. Aún puedo ver, si cierro fuerte los ojos, lo colorada que se puso, de tan furiosa. Cada cosa en su sitio, la cara lavada, el muerto oliendo a jazmines y el ataúd bien pulido. Pero faltaba un botón de la casaca. Aquello era un auténtico desastre para ella. Inquisitiva paseó cual urraca al acecho entre mis primos. No se le hubiera ocurrido sospechar de mí, pues era tan pequeña que tuvieron que auparme para darle a mi padre el beso de despedida, lo cual me dio mucho asco, pues de cerca no olía a jazmines, sino a podrido. Nunca le dije a nadie que lo cogí yo.
¿Qué te parece si tomamos algo? ¿Una copita? Creo que hay una botellita de mistela en el mueble bar. No, ni hablar, al ajedrez no pienso jugar contigo, que siempre ganas. Jaque mate en todas las partidas. Además, las apuestas no me gustan, menos todavía si sé de antemano que voy a perder. ¿Cuál dices? Perdona, esto culpa tuya no es, me falla el oído. Hace tiempo que no me reconozco en el espejo, aunque me dan igual las arrugas y el gravitar de las carnes. Siempre he sabido seguir el ritmo de mi cuerpo, incluso cuando se instaló la vejez. Sin embargo lo de no oír bien siempre me ha frustrado. ¿El que tiene un prado pintado? ¿De qué color es el cielo, azul o rosa? ¿El rosa? Igual da, porque vienen del mismo sitio. También los robé de niña, cuando la hermana pequeña de mi madre, la tía Julia, puso en venta la casa encantada. Había más de veinte espíritus allí. Los pasillos a medio día se llenaban de risas que sonaban inocentes, de susurros que daban frío por las noches. La temperatura de las habitaciones cambiaba bruscamente al ponerse el sol. La tía Julia, sola en aquella casona, cada día estaba más flaca, más pálida y más loca. Vino a vivir con nosotros, lo cual fue un regalo para mi pobre madre, tan cansada de tanto trabajo con siete pícaros corriendo entre los muebles a todas horas. La ayudamos a hacer las maletas mi hermana Marta y yo. Marta temblaba todo el tiempo. Las dos querían salir de allí a toda prisa, pero yo lo estaba pasando bien. Nunca les he tenido miedo a los fantasmas. Era divertido jugar con ellos, hacerles creer que eran ellos los que jugaban conmigo. Fingía que me asustaba para tenerlos contentos, para hacerme su amiga. En uno de los armarios había un vestido antiguo, blanco, con el cuello y los puños de un encaje que daba vértigo. En la pechera y en las mangas llevaba botones pintados a mano como cuadros. Cogí tres, los dos prados que tienes ahí, y un amanecer sobre el mar. Buscar un botón concreto en esta caja es tarea tediosa, así que no te esfuerces. No lo vas a encontrar. ¿Que si compraron la casa? Creo que ahora es un albergue juvenil o algo parecido, pero ha sido hotel durante muchos años.
El que acabas de sacar no necesito ni verlo ni tocarlo. Me llega el olor a canela y clavo. Mi pequeña Shira. Mi amiga del alma. Mi gitanilla alegre. Lo pasábamos bien juntas, corriendo de ventana en ventana por las calles del pueblo en verano, a la hora de la siesta, subidas en cajas de madera cogidas de la basura, testigos de gemidos a escondidas. Mis padres me prohibieron verla. Sus padres le prohibieron verme. Sólo éramos unas crías, pero las dos entendimos. Me regaló ese botón de su camisa de los domingos. Yo le di mi cinta favorita del pelo. Nos encontramos de nuevo siendo adultas. Habían pasado más de veinte años desde la última vez que nos habíamos visto, y no nos hemos vuelto a ver más. Fue mi mejor amiga.
Esos seis que levantas ahora, ensartados con un hilo, en forma de collar, son de las bodas de mis hermanos. Sosas, aburridas, sin interés. Podría pasarme horas hablando de cada una de ellas, igual que de la mía. Pero no tuvieron nada de particular. Las anécdotas normales. No me mires así. ¿Acaso no tengo derecho a que no me gusten las bodas? Pues no, ni siquiera. Odiaba el vestido, las flores eran espantosas, tenía calor aprisionada entre tanto refajo, me daba vergüenza que todos me mirasen como si estuviera en un escaparate, aparte de que mi estómago nunca ha soportado nada bien las comilonas ni las reuniones por compromiso. Desde que me levanté sólo deseaba que acabara ese día. ¿La noche? Claro mujer, a ti nada más y nada menos, te voy a contar yo algo de mi noche de bodas. Hay un botón negro, con el contorno verde esmeralda, que tiene una frase grabada por detrás. Si lo encuentras, sabrás como fue. Oye, que yo no he dicho nada de la primera vez. He dicho “noche de bodas”. ¿Acaso resulta que ahora son sinónimos? Que yo sepa no lo han sido nunca.
Me siento cansada. Pero todavía no nos vamos ¿verdad? Sí, tienes razón, es un granate precioso, con los ocres haciendo aguas. Parece más un camafeo que un botón. Sin embargo es un botón. De una boina de mujer. Se lo arranqué a la zorra de mi nuera mientras forcejeaba con ella un día que intentó abofetear a mi Esteban en mi presencia. Como se nota que no tiene hijos. A ninguna mujer en su sano juicio se le ocurriría darle una bofetada a un hombre delante de su madre. Menos aún después de haber tenido la desfachatez de confesar de la manera más impúdica que llevaba poniéndole los cuernos con unos y otros desde antes de casarse. Claro que mi nuera cuerda, lo que es cuerda, creo que no ha estado nunca. Pero no por loca, sino por malcriada. Trastorno bipolar, ya. Me río yo de su trastorno bipolar. Lo que pasa es que es una niñata. Sólo tiene crisis cuando quiere algo y no lo consigue. No ha trabajado en su vida, no ha tenido un duro en su vida, pero pretende vivir como la princesa que no es, ni será. Que para ser princesa al menos hay que tener clase. Y saber sentarse con las piernas cerradas cuando procede. Están entrampados hasta las cejas porque dice que cuando está de subidón no puede controlarse. Gasta sin darse cuenta. Ese mochuelo no tiene nido en mi olivo. Cuando está de bajón mejor no te cuento. Como si los demás no nos deprimiésemos cuando las cosas no son como esperamos, ni experimentásemos euforia con los éxitos y las alegrías. Se va a llevar una desagradable sorpresa con mi testamento.
Tienes razón. Se hace de noche. Entonces ¿nos vamos ya? Dame un momento, que falta un botón en la caja. Este que llevo en el bolsillo. Entre tantos no hay ninguno que sea mío. ¿Es bonito verdad? Es del cuello de la bata que me puse después de dar a luz a cada uno de mis tres hijos. Ya está. Ya podemos irnos hija de perra. ¿Por qué te llamo hija de perra? ¿Acaso no está claro? Porque con cada vieja como yo que te llevas es como si robaras un banco. Un banco de recuerdos. De recuerdos propios y ajenos. Ya lo decía mi madre: “la muerte es ladrona de guante blanco, no sólo se lleva a la gente, sino que roba bancos, porque las memorias son bancos, pero somos nosotras, las que quedamos, las que cumplimos condena por ella, las que tenemos que hacer el trabajo de volver a reunir los recuerdos viejos y no dejar que se escapen los nuevos entre los jirones de niebla de las rutinas. Somos nosotras, que no ellos. Ellos siempre se llevan el morral con agua y comida. Nosotras les llenamos el alma de sentido”. Era sabia mi madre. El de terciopelo azul turquesa era de su abrigo favorito. Pero vámonos ya hija de perra. No te pongas nerviosa. Aunque sigo pensando que has llegado demasiado pronto.
¡¡Besiños!!
APOLONIA
2 comentarios:
bueno...no conocía nada de Faulkner salvo el nombre, haciendo honor a la verdad...has hablado mucho de él, de sus anecdotas, de que era radiofónico, y de que sus escritos son muy duros...has dicho varios títulos, pero...¿cual recomendarías en primer lugar? Igual lo has dicho ¿eh? pero es posible que se me haya pasado. Aunque supongo que me dirás "mientras agonizo", ya que si tu cuento se parece a esa novela, es señal de que te gusta mucho.
Sobre el cuento...es muy curioso...al principio pensé que la hija de perra es una persona, cuando habla de la nuera pensé que la persona que llegaba al principio era la nuera, y que comenzaba a tratarle en 3ª persona cuando comenta lo de la bofetada como modo de distanciamiento, de desprecio...pero al final resulta que se trataba de la muerte.
Ah, y el poema dadá de gema creo que si lo piensas bien hasta tiene sentido
Hola Goe!!
El poema dadá de Gema yo creo que tiene mucho sentido.. Me contó que le sobraba un artículo...
Y sí, te recomiendo que tu primer libro de Faulkner sea "Mientras agonizo". No es que mi relato se parezca a ese libro... ¡ojalá llegue yo algún día a escribir siquiera una frase como Faulkner!, sino que al releerlo para corregirlo me vino a la memoria ese libro.
Besiños!!
Publicar un comentario