El VIGÉSIMO CUARTO programa.
BUKOWSKI
Esta vez sí que ha pasado más de un mes desde la última jitanjáfora. Sin recomendaciones de lectura ni retos, porque todos estamos todavía recolocando la entrada de año, y con retraso, porque el primer programa debía haber sido el día uno, pero el programa de la enredadera aquella noche fue intenso y no hubo tiempo. No pasa nada. El día quince pudimos meter en las ondas a Bukowski, aunque se me olvidó decir lo más importante de todo: que sus libros son divertidídimos.
De fondo, el último disco del increíble Jeff Healey : "last call"
De fondo, el último disco del increíble Jeff Healey : "last call"
DADLE AL PLAY:
CUENTO
(Música de fondo La mer de Debussy )
A TRAVÉS DE LA VENTANA
por Apolonia
por Apolonia
Hace calor, así que me levanto y abro la ventana. Las palomas dejan regalos en la ropa tendida de la tetuda del piso de abajo. Desde que vino a vivir la loca de la melena blanca al piso de arriba, mi salón huele a humedad. Les deja comida en el alfeizar de la ventana y acuden a docenas, dejándolo todo perdido de cagadas. Así que toca tender dentro. Lo prefiero a intentar entenderme con alguien para quien tiene más razón quien más grita.
Casi no puedo abrir los ojos. El sofá es todo mi mundo ahora. La brisa me trae imágenes que querría atrapar, pero se las llevan los vapores de la ginebra. Una pena. Las mejores acuden cuando estoy borracha y en la resaca se quedan. Luego nunca consigo recordarlas, tan apenas sus sombras. La presión en la frente, en las sienes, y la boca seca, son lo de menos. Lo que me molesta en realidad son las palomas. Ellas me han despertado. A través de la ventana abierta me invade ese odioso ruido como de frú-frú exagerado. Cada día vienen más. Sobre todo a estas horas. Amanece. Los comederos a rebosar. Su momento favorito. La oigo moverse por el piso de arriba. Arrastra las zapatillas al caminar. Las llama, les habla, las deja entrar en casa.
He debido dormir un par de horas. Ahora sí que me va a estallar la cabeza, pero por culpa de la tetuda del piso de abajo. Está histérica. A través de la ventana abierta no sólo entran el parloteo de las palomas y el aire fresco. Grita y grita sin parar. Cada uno de sus gritos se me clava como si me dieran un martillazo en lo más alto del cráneo. Vestido, carísimo, zorra, malnacida, ratas con alas, puta, planta favorita, limpiar la terraza. ¡Cállate ya! ¡Joder! Qué no son ni las nueve de la mañana. Qué es domingo. Se va a quedar afónica. Aunque no sé cómo no se le han roto ya las cuerdas vocales de tanto gritar a los que mean en el callejón de madrugada. ¡Qué oído tiene la jodida! Imagino que estará despierta, o andará a medio despertarse, o tiene el sueño más ligero del mundo. Aunque de poco te sirve vocear ¿verdad?, porque a esos tíos, cargaditos de cerveza, les da igual, y les daría igual aunque llamaras al mismísimo hijo del infierno. A través de la ventana escucho como mean, bien a gusto, contra la pared de tu terraza. Tienes la negra con la terraza, entre los meones y las palomas. ¡Vieja loca! ¡Qué te de una apoplejía o algo! Hostia que portazo. Ha debido de desencajar la puerta. Protestan las tripas. Comeré algo. La vieja se ríe. Su risa me llega a través de la ventana abierta. No me gusta. Suena a lata vacía que rebota contra una piedra. Me da grima. Ahora ataque de tos. Eso aún me da más grima.
Qué tarde más vaga. Frente a la tele. Sin enterarme mucho de lo que salía por ella. Agua. Mucha agua. Y chocolate a carretadas. Mañana también me dolerá el estómago. Tengo que dejar de salir hasta tan tarde, que luego el domingo es día nulo y el lunes parezco una zombi en la oficina. Pondré una lavadora, que esto ya está seco. Odio tender dentro de casa. Odio el olor a humedad. Anochece. A estas horas las palomas ya están más tranquilas, pero no me fío. A través de la ventana abierta he sentido un golpe enorme en el piso de arriba, cerca de los comederos. A la vieja se le ha debido de caer algo. Ha sonado fuerte. Y la tetuda debe estar con una sonrisa de oreja a oreja. La mala leche de antes se la ha curado su marido con un “aquí te pillo aquí te mato” en el jardín. A través de la ventana abierta me llegaban los gemidos y el estruendo de platos rotos. Así que ha sido contra la barbacoa. ¿Cara a cara o de espaldas? Pondré una de color, y la siguiente serán las sábanas.
Tengo que acordarme de cambiar el tono del despertador. Este ya casi no me despierta. Me he acostumbrado a él. La cabeza en su sitio y las tripas parece que también. No ha sido para tanto esta vez. Ventilar. Qué bien huele hoy el amanecer. Otra cosa no, pero la tetuda sabe cuidar las flores. A través de la ventana abierta puedo masticar su perfume. Llaman al timbre de la vieja. ¿Quién la llamará todos los días a estas horas? Alguna otra loca. Ahora llenará los comederos y se irá. En poco rato esto se llenará de palomas. Tengo que acordarme de cerrar bien los postigos antes de irme, no se me vaya a colar alguna.
Tarde, como siempre. A ver si me acostumbro a no deleitarme tanto debajo de la ducha. Pero es que es tan buena la sensación del agua caliente desde arriba, por todo el cuerpo, por la cabeza, como una mano gigante que me cubriera entera. Siguen llamando al timbre. Qué raro que la vieja no conteste. Y qué raro que las palomas estén tan calladas. Las oigo revolotear, pero no arman el escándalo de costumbre, aunque ya lo armaron ayer para los restos. Quizás mi borrachera lo exagerase, pero yo diría que ayer vinieron más que nunca y estaban más nerviosas que nunca. A través de la ventana abierta me llegan las voces de la calle. Alguien corre a la parada del bus. Lo coge. Bien. Cierro a cal y canto.
Ha sido un día duro. Echaba de menos mi sofá. La resaca ha aparecido a mitad de mañana y todavía me acompaña. La tetuda y su marido están en el jardín. Él prepara la cena. Ella arregla las plantas. Los miro desde arriba. Abro. Me tiro sobre el sofá. A través de la ventana abierta me llegan sus voces, y el olor del carbón en la barbacoa. La loca que llamaba esta mañana al piso de la vieja de arriba, ha aporreado el timbre hasta que la tetuda ha salido a cogerla de los pelos. Insistía mucho porque todas las mañanas van juntas a buscar la comida para las palomas a no sé donde. Raro, muy raro que no contestara. Han subido las escaleras y han llamado a la puerta. Nada. La loca se ha ido, pero ha vuelto al medio día. Nada. La loca ha vuelto a mitad de tarde, con la policía. La vieja estaba muerta. Caída tonta y golpe en la cabeza. El ruido fuerte de ayer, seguro. Las palomas se habían apoderado del piso y le habían picoteado los ojos. A través de la ventana abierta me llega el olor a suavizante de la colada de la tetuda, que se siente mal por haberle deseado una apoplejía. No le durará mucho el reconcome. Ya puedo volver a tender fuera.
Casi no puedo abrir los ojos. El sofá es todo mi mundo ahora. La brisa me trae imágenes que querría atrapar, pero se las llevan los vapores de la ginebra. Una pena. Las mejores acuden cuando estoy borracha y en la resaca se quedan. Luego nunca consigo recordarlas, tan apenas sus sombras. La presión en la frente, en las sienes, y la boca seca, son lo de menos. Lo que me molesta en realidad son las palomas. Ellas me han despertado. A través de la ventana abierta me invade ese odioso ruido como de frú-frú exagerado. Cada día vienen más. Sobre todo a estas horas. Amanece. Los comederos a rebosar. Su momento favorito. La oigo moverse por el piso de arriba. Arrastra las zapatillas al caminar. Las llama, les habla, las deja entrar en casa.
He debido dormir un par de horas. Ahora sí que me va a estallar la cabeza, pero por culpa de la tetuda del piso de abajo. Está histérica. A través de la ventana abierta no sólo entran el parloteo de las palomas y el aire fresco. Grita y grita sin parar. Cada uno de sus gritos se me clava como si me dieran un martillazo en lo más alto del cráneo. Vestido, carísimo, zorra, malnacida, ratas con alas, puta, planta favorita, limpiar la terraza. ¡Cállate ya! ¡Joder! Qué no son ni las nueve de la mañana. Qué es domingo. Se va a quedar afónica. Aunque no sé cómo no se le han roto ya las cuerdas vocales de tanto gritar a los que mean en el callejón de madrugada. ¡Qué oído tiene la jodida! Imagino que estará despierta, o andará a medio despertarse, o tiene el sueño más ligero del mundo. Aunque de poco te sirve vocear ¿verdad?, porque a esos tíos, cargaditos de cerveza, les da igual, y les daría igual aunque llamaras al mismísimo hijo del infierno. A través de la ventana escucho como mean, bien a gusto, contra la pared de tu terraza. Tienes la negra con la terraza, entre los meones y las palomas. ¡Vieja loca! ¡Qué te de una apoplejía o algo! Hostia que portazo. Ha debido de desencajar la puerta. Protestan las tripas. Comeré algo. La vieja se ríe. Su risa me llega a través de la ventana abierta. No me gusta. Suena a lata vacía que rebota contra una piedra. Me da grima. Ahora ataque de tos. Eso aún me da más grima.
Qué tarde más vaga. Frente a la tele. Sin enterarme mucho de lo que salía por ella. Agua. Mucha agua. Y chocolate a carretadas. Mañana también me dolerá el estómago. Tengo que dejar de salir hasta tan tarde, que luego el domingo es día nulo y el lunes parezco una zombi en la oficina. Pondré una lavadora, que esto ya está seco. Odio tender dentro de casa. Odio el olor a humedad. Anochece. A estas horas las palomas ya están más tranquilas, pero no me fío. A través de la ventana abierta he sentido un golpe enorme en el piso de arriba, cerca de los comederos. A la vieja se le ha debido de caer algo. Ha sonado fuerte. Y la tetuda debe estar con una sonrisa de oreja a oreja. La mala leche de antes se la ha curado su marido con un “aquí te pillo aquí te mato” en el jardín. A través de la ventana abierta me llegaban los gemidos y el estruendo de platos rotos. Así que ha sido contra la barbacoa. ¿Cara a cara o de espaldas? Pondré una de color, y la siguiente serán las sábanas.
Tengo que acordarme de cambiar el tono del despertador. Este ya casi no me despierta. Me he acostumbrado a él. La cabeza en su sitio y las tripas parece que también. No ha sido para tanto esta vez. Ventilar. Qué bien huele hoy el amanecer. Otra cosa no, pero la tetuda sabe cuidar las flores. A través de la ventana abierta puedo masticar su perfume. Llaman al timbre de la vieja. ¿Quién la llamará todos los días a estas horas? Alguna otra loca. Ahora llenará los comederos y se irá. En poco rato esto se llenará de palomas. Tengo que acordarme de cerrar bien los postigos antes de irme, no se me vaya a colar alguna.
Tarde, como siempre. A ver si me acostumbro a no deleitarme tanto debajo de la ducha. Pero es que es tan buena la sensación del agua caliente desde arriba, por todo el cuerpo, por la cabeza, como una mano gigante que me cubriera entera. Siguen llamando al timbre. Qué raro que la vieja no conteste. Y qué raro que las palomas estén tan calladas. Las oigo revolotear, pero no arman el escándalo de costumbre, aunque ya lo armaron ayer para los restos. Quizás mi borrachera lo exagerase, pero yo diría que ayer vinieron más que nunca y estaban más nerviosas que nunca. A través de la ventana abierta me llegan las voces de la calle. Alguien corre a la parada del bus. Lo coge. Bien. Cierro a cal y canto.
Ha sido un día duro. Echaba de menos mi sofá. La resaca ha aparecido a mitad de mañana y todavía me acompaña. La tetuda y su marido están en el jardín. Él prepara la cena. Ella arregla las plantas. Los miro desde arriba. Abro. Me tiro sobre el sofá. A través de la ventana abierta me llegan sus voces, y el olor del carbón en la barbacoa. La loca que llamaba esta mañana al piso de la vieja de arriba, ha aporreado el timbre hasta que la tetuda ha salido a cogerla de los pelos. Insistía mucho porque todas las mañanas van juntas a buscar la comida para las palomas a no sé donde. Raro, muy raro que no contestara. Han subido las escaleras y han llamado a la puerta. Nada. La loca se ha ido, pero ha vuelto al medio día. Nada. La loca ha vuelto a mitad de tarde, con la policía. La vieja estaba muerta. Caída tonta y golpe en la cabeza. El ruido fuerte de ayer, seguro. Las palomas se habían apoderado del piso y le habían picoteado los ojos. A través de la ventana abierta me llega el olor a suavizante de la colada de la tetuda, que se siente mal por haberle deseado una apoplejía. No le durará mucho el reconcome. Ya puedo volver a tender fuera.
Nos despedimos escuchando "Satin Doll" de Duke Ellington.
¡Os espero en la próxima jitanjáfora!
¡¡Besiños!!
APOLONIA
6 comentarios:
Acabo de leer el cuento ahora, lamento no haber podido leerlo antes
Bueno…este es más confuso que otros al leerlo. Cuando dice "que te de una apoplegia parece que lo dice la narradora, perobal final resulta que lo dice la tetuda. Creo que el problema está en que primero se pone lo que dice la tetuda…luegocomienza a hablar la narradora y luego sigue hablando la tetuda sin quw haya nada que indique el cambio.
Ah, es curioso lo de que el personaje sea "la tetuda" cuando el tamaño de sus tetas no tiene nada que ver con la historia. Es el viejo truco para atraer lectores masculinos…como yo. Aunque yo siempre me leo tus cuentos, salga la tetuda, la plana o el laringólogo presbiteriano.
Por cierto, me daría mucho mal rollo vivir en ese edificio.
¡Besos!
Sinceramente APOLONIA no es un nombre que me guste especialmente, ahora bien, sabiendo de donde te viene a ti el amor por él... LO COMPRENDO (conste que me va a costar rebautizarte:-)
También coincido con Jeff Healey.-
Y de DEBUSSY y de ELLINGTON Mmmmm... no digo nada.
¿¿Así que estás en la radio?? pero ... ¿donde?
Tu cuento... Mmmm ¡¡tú cuento!! a ver... tras esa súper resaca que describes...tras todos esos porpósitos que haces...¿¿¿se puede saber que narices escribes la final APOLONIA?? te lo digo con todo el cariño que mi ignorancia me permite...¡¡una tetuda!! ¡¡una loca!! ¡¡una vieja mueeeertaa la que picotean los ojos las aplomas!! pero APOLOOOOONIA esto se ha convertido en los pájaros de Hitchcock ... anda ¡¡tómate un café cargadito y descansa que mañana es luneeeees!!! ¡¡Ay Dios cómo vas a llegar al curro!!:-)
Un placer encontrarte de nuevo cielo.
Un besito
¡Gracias Goe! Lo cierto es que el cuento es una especie de experimento que quedó entre soliloquio y un intento de monólogo interior, jejeje. A mí también me daría mal rollo vivir en ese edificio, jajajajaja
¡Hola María! No es necesario que me rebautices, jajajajaja. Puedes llamarme como mejor te parezca, que sigo siendo la misma. A mí sí que me gusta Apolonia la verdad, pero es que soy de gustos extravagantes. La radio en la que colaboro es "Radio Topo", una radio libre, y el programa que aloja mis jitanjáforas es la Enredadera, donde me dejan soltar el rollo un domingo sin otro a eso de las 22:00. Pero no creo que la puedas pillar allí donde vives. Es el 101.8 de la FM, pero debido a que es difícil sintonizarla fuera de la ciudad cuelgo los audios en el blog. Así empezó la página además. Respecto al cuento, jajajajajajaja. Espero que no pienses que es autobiográfico. Últimamente experimento mucho con esto de juntar palabras. Ahh, y por cierto ¡nunca tomo café! :)
¡Besiños a los dos!
OK, jajajaja... ¡¡vale un té cargado!!:-)
Buen día cielo.
PD
Luego lee más ahora me llaman:))
Leo...¡¡quiero decir que te leeré:-)
uhmm sí María!! Un té cargado para empezar el día, :)
Besos!!
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