El DECIMOSEXTO programa.
PEARL S. BUCK
DADLE AL PLAY:
Pearl S. Buck
Pearl Sydenstricker Buck (n. Hillsboro, West Virginia, 26 de junio de 1892 - m. Danby, Vermont, 6 de marzo de 1973)
Este domingo estuvimos hablando de Pearl S. Buck, escritora estadounidense y Premio Nobel de Literatura en 1938. Pasó la mitad de su vida en China, lo que trasladó a sus novelas, casi todas ellas ambientadas en el retrato de este país y sus gentes.
CITAS:
El entusiasmo es el pan diario de la juventud. El escepticismo, el vino diario de la vejez.
Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad.
El afán de perfección hace a algunas personas totalmente insoportables.
De fondo, la música de Ryuichi Sakamoto, compositor y actor japonés, muy conocido por sus bandas sonoras.
Ryūichi Sakamoto (坂本 龍一 Sakamoto Ryūichi) (Tokio, 17 de enero de 1952)
No tuvimos recomendaciones de libros, pero ¿nos mandáis alguna? Contadnos cuál es el último que habéis leído, o vuestro favorito, o alguno que os haya sorprendido. ¿Qué tipo de literatura os gusta?
CUENTO
(Música de fondo La mer de Debussy )
MANDARINAS DE POSTRE
Ahora que estoy aquí arriba me doy cuenta de que no es tan buen escondite. Además creo que se me ha olvidado cómo bajar. Siempre se me olvidan las cosas importantes en los peores momentos. Mientras trepaba me acordaba muy bien de cómo se bajaba. Pero ahora ni idea. Así que tendré que saltar desde la copa del sicomoro éste, o como rayos se llame. A mí la verdad es que me parece una morera, pero el Inválido va por todos lados llamándolo sicomoro, y así es como debe llamarse. Pero mira que son raros estos ricos, porque es el único árbol que hay aquí, entre tanto seto, tanto arbusto y tanto rosal. Y por eso es tan mal escondite, pero ¿quién iba a pensar que no había más árboles en semejante jardín? No me da miedo saltar. No es muy alto, o al menos el suelo no se ve demasiado lejos. Cuando esté a punto de aterrizar, me enroscaré, y luego intentaré rodar, tal y como le he visto hacer al Inválido cientos de veces. La madre que me parió, que manera de caer más cutre. Menos mal que no me ha visto nadie, porque sino me veo con el San Benito de por vida. Menuda leche me he dado contra la moto vieja esta que hay aquí tirada. Pero es que por fácil que parezca cuando se lo veo hacer al Inválido, yo no he conseguido controlar por donde ni a donde rodaba. Así que de premio dos golpes, uno contra el suelo y otro contra el cacharro éste. Me duele la cabeza. Mierda. Como esto está tranquilo, he sido cuidadoso y los setos altos me tapan, casi que mejor me quedó tumbado boca arriba sobre la hierba un rato, bien largazo, mientras recupero el aliento. ¿Me falta algún cacho?. No. Ni tampoco veo pájaros de colorines.
Hostia que se me apagan las luces. Si es que no se está nada mal aquí tumbado, a la sombra. Encima se oyen de maravilla las conversaciones al otro lado de los setos. Si me pillan me la voy a cargar, que el Inválido tiene malas pulgas, pero la gorda tetuda de su mujer aún más. Aunque merecerá la pena si consigo ver a la Beatriz, o un cacho de su tobillo al menos. Se oyen los cacharros de la cocina y las voces de las dos criadas. Qué risa más tonta tiene la Remedios, si parece que le esté dando un mal o algo. Seguro que andan poniéndole ojitos al Aurelio, que estará en la puerta del establo, sin camisa, pavoneándose como siempre. Las tiene locas a las dos, y no solo a estas, que no duerme en frío ninguna noche. Y yo porque no quiero, pero es que sino luego la Beatriz me mira como si tuviera fiemo en la cara y yo prefiero que se me acerque, y notar el olor de las mandarinas en sus manos, y que me roce con el pelo cuando se gira.
Ya ponen la mesa. ¿A quién tendrán hoy de invitado? Porque siempre tienen una visita u otra. La hostia, tenía que ser el médico, que a ese no se le escapa ni una. Ya puedo andarme con ojo. Mierda vienen hacia aquí. Quedaté bien quieto cabrón que sino te pillarán. Pero que bien huele, lo que daría por dar una chupada de esa pipa. Qué bueno que tiene que ser ese tabaco. ¿Qué demonios será un sarcófago? Alguna caja grande si el Inválido quiere que le entierren en uno de esos. Toma ya, desde Egipto que viene el arbolito, que a saber dónde rayos está eso, pero bien lejos seguro, y para ser la tumba del inútil este. Más le valía ser inválido de verdad en vez de parecerlo. Porque menuda facha que tiene. Lo único que hace con un poco de gracia es subir y bajar de los árboles, que mira tú que afán con la tontería. Si tuviera que hacerlo por obligación seguro que no le gustaba tanto. No hay quien entienda a los ricos, la verdad. Mi padre dijo un día en la taberna que se había ganado a pulso el mote por sus “inconsistencias en los razonamientos”, que menudo mi padre cuando se pone a presumir, al abrigo del vino, de lo poco que estudió. Y mira para lo que le ha servido: para que no lo entienda ni dios cuando se le pone la nariz colorada.
Ya sale de la casa. Eso sí que es una risa, y no la de la garrula esa. Aunque ni pizca de gracia me hace que le ría ni un gesto al médico, que bien se yo que no le importaría oírla reír detrás de una puerta cerrada con llave. ¿No habrá ningún claro en este maldito arbusto por donde pueda mirar? Allí, allí hay uno. La madre que me parió, si estoy casi debajo de la mesa. Veo los pies de todos, las piernas de todos, y la cabeza de nadie. Esos zapatos azules son los suyos. Intentaré darle con algo para que sepa que estoy aquí. Pero lo tengo complicado. A ver si le voy a ensuciar el zapato, o le hago mal o algo. ¿Con qué podría darle? Aquí hay una rama larga, a ver si llego. ¿Y esa que hace quitándose los zapatos? ¡No estires las piernas mala zorra, que así no llego! Pero ¿qué demonios? Si es la mujer del mayor calentándose el pie en la bragueta del pequeño. Y no es el único pie fuera de su sitio. No, si ya sabía yo. Pero a misa que no faltan tú. Y luego que juro en vano.
Ahora llego. No apartes el pie joder, que se me va a salir el hombro. Claro, es que le hace cosquillas. ¿Qué haces? No pises la rama, que la partes, y ahora ¿como sigo yo intentando nada?, que no se si voy poder encontrar otra, y menos sin hacer ruido. Pero ¿qué es ese alboroto? Otra vez le ha caído al aparador la comida a la gorda. No me extraña, si es que tiene que hacer curva cada vez que se acerca la cuchara. Dudo mucho que vea el plato con semejante balcón. Mi Beatriz dice que tranquilos, que se ocupa ella, que vuelve enseguida y lo arregla todo. Ya se levanta, y va a pasar por aquí. Ha tirado algo. Un papel. No tiene un pelo de tonta mi Beatriz. Y bendito sea mi padre por enseñarme a leer. A ver qué pone. “Arboleda en la siesta”. Que vaya a la arboleda a la hora de la siesta. Me quedaré quieto hasta que se levanten de comer. A ver si no se me apagan las luces otra vez. Ojalá coman mandarinas de postre.
Nos despedimos escuchando "Satin Doll" de Duke Ellington. Y RECORDAD QUE ESTA VEZ HAY RETO: LA ÚLTIMA FRASE. ¡Animáos a mandar algo!
¡Os espero en la próxima jitanjáfora!
APOLONIA
2 comentarios:
Hola:
Acabo de leer el cuento… este ha sido largo de nuevo!
Está muy bien, es como muy de otra época la historia. Mola ver cuanto se arriesga el tío para ver a Beatriz jeje. Muy curioso lo de que se soben con los pies mientras comen.
A ver si en un rato leo el audio.
Por cierto, en el microrrelato de la foro guarra te dije que si querías, que podías pillarte mis libros, los que le dejé a tu hermana, si te apetece leerlos. Como no dijiste nada no sé si lo viste.
Besos!
Sí, como no tenía recomendación de libros ni había reto, pensé que podía alargar un poco el cuento.
¡Eres mi único comentarista!
Jajajajajajajajajajajaja
Un besote!!
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